Desprecio a Cristo plenitud de la Creación
Tres veces he sido traspasado por el desprecio a Cristo
Pbro. Guillermo
Alexander Gil Sayer –Cooperante Carmelita Anglicano.
Ahora que su Santidad el Papa
Francisco, Bartolomé I, Patriarca Ecuménico y arzobispo de Constantinopla y su
gracia Justin Welby arzobispo de Canterbury
este mes sacaron un comunicado urgente de protección a la creación llega
en un momento en donde la sociedad empieza a despertar (obligados por el cambio
climático y la pandemia del Covid 19) y a dejar a un lado el desprecio de la
naturaleza. Es necesario posicionar el
tema en las agendas de los dirigentes mundiales y locales. Pero lo más importante es tener presente ese última
frase del mensaje conjunto “El
cuidado de la creación de Dios es un mandato espiritual que requiere una
respuesta de compromiso. Este es un momento crítico. El futuro de nuestros
hijos y el de nuestra casa común dependen de ello”.
Desde
pequeño estoy marcado por la espiritualidad franciscana, por la contemplación de
las maravillas de la creación al amor hacia la naturaleza. Realizo destilación
de plantas medicinales y esencias florales.
Realmente comulgo con la naturaleza e invito a otros a sembrar un Jardín
dentro de ellos a través de la aromaterapia o el consumo preventivo de las
plantas medicinales. Diríamos que a la
par de dar a conocer el Reino Vegetal al Servicio de Jesucristo está el trabajo
de alfabetizar a las personas en el uso curativo de las plantas medicinales.
Así
como un niño disfruta en una tienda de dulces yo disfruto en un jardín rodeado
de plantas. Pareciera que las quisiera
destilar a todas y conocer cada uno de sus beneficios.
La
destilación es una tarea silenciosa que te permite orar y aspirar las
propiedades de las plantas medicinales, siendo uno mismo, el más
beneficiado. Nadie puede hablar con
propiedad de lo que no tiene en su corazón y de lo que no lleva en cada célula
de su cuerpo.
Despreciar el Reino Vegetal
En
una oportunidad que buscaba una planta medicinal que pertenece a un piso
térmico sobre los 3000msnm acudí a la plaza de mercado de la ciudad. Allí encontré una mujer que miraba las
plantas con desprecio en uno de los puestos de venta de plantas. Le pregunté si iba a comprar alguna planta. Y ella se sobresaltó “Yo no compro nada de eso, todo esto es brujería” Quienes la escucharon mantuvieron silencio a
su alrededor y en mi corazón sentí un dolor de desprecio de esta mujer por el
reino vegetal. Tal vez la ignorancia o
la falta de formación hacía que esta mujer rechazara no solo las plantas sino a
ella misma. Trate de explicarle lo maravillosas que eran las plantas y sus
propiedades, pero ella no aceptaba ningún argumento.
Para
algunos el desprecio a la creación y al mundo natural no tiene nada que ver con
Cristo. En mi caso Cristo es la plenitud
de la Creación y el mundo natural, quien desprecia la naturaleza, desprecia al
mismo Cristo y su Plan de Salvación.
El
mundo vegetal está al servicio de nuestra salud. Recordemos a la doctora de la Iglesia Hidelgarda
Von Bingen quien escribió sobre remedios caseros curativos con plantas
medicinales. La ayuda de Dios está en el jardín de nuestra casa.
Despreciar la oración
La Ciudad de Dios tiene un escrito
de San Agustín que nos va hablar sobre el Amor y también sobre el desprecio.
Dos
amores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio
de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial.
La primera se gloría en sí misma; la segunda se gloría en el Señor. Aquélla
solicita de los hombres la gloria; la mayor gloria de ésta se cifra en tener a
Dios como testigo de su conciencia. Aquélla se engríe en su gloria; ésta dice a
su Dios: Gloria mía, tú mantienes alta mi cabeza (Salmo
3,4). La primera está dominada por la ambición de dominio en sus príncipes o en
las naciones que somete; en la segunda se sirven mutuamente en la caridad los
superiores mandando y los súbditos obedeciendo. Aquélla ama su propia fuerza en
los potentados; ésta le dice a su Dios: Yo te amo,
Señor; tú eres mi fortaleza (Salmo 17,2).
Por
eso, los sabios de aquélla, viviendo según el hombre, han buscado los bienes de
su cuerpo o de su espíritu o los de ambos; y pudiendo conocer a Dios, no le honraron ni le dieron gracias como a Dios, sino que se
desvanecieron en sus pensamientos, y su necio corazón se oscureció.
Pretendiendo ser sabios, exaltándose en su sabiduría por la
soberbia que los dominaba, resultaron unos necios que
cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes de hombres mortales, de
pájaros, cuadrúpedos y reptiles (pues llevaron a los pueblos a
adorar a semejantes simulacros, o se fueron tras ellos), venerando y dando culto a la criatura en vez de al Creador, que
es bendito por siempre (Carta a los Romanos 1,21-25).
En la segunda, en
cambio, no hay otra sabiduría en el hombre que una vida religiosa, con la que
se honra justamente al verdadero Dios, esperando como premio en la sociedad de
los santos, hombres y ángeles, que Dios sea todo en
todas las cosas (Primera Carta a los Corintios 15,28) (De Civitate Dei XIV,28)2
Recuerdo que volví a la plaza de mercado del centro de la ciudad de
Bucaramanga, y mientras preguntaba sobre algunas plantas. Un señor ya de edad se me acercó y me dijo
que necesitaba de una oración. Realmente
me sorprendí y me ofrecí con gusto pues hacía poco había sido ordenado como
diácono. Le comenté que me diera su
nombre para colocarlo en oración y le pregunte cual era la intención de la
misma. El hombre me dijo: “no es lo que
necesito, estoy buscando un rezo”…y me dió a entender que era algo con algún
chaman del lugar. En ese momento se hizo
a un lado y siguió su camino. Sentí un
desprecio a la Persona de Cristo que sale al encuentro y le hacemos el quite
pues no lo consideramos poderoso. Le
damos más valor al rezo, al tabaco, a las cartas, a los astros. Ese día sentí la traición de quien le da la
espalda a la Luz y a las cosas de Dios y opta por las tinieblas.
Desprecio del Cuerpo y la
Sangre de Cristo
Iniciamos las Eucaristías en la nueva parroquia de Santiago Apóstol en
el barrio Villa Josefina abajo de Guatiguará desde diciembre del 2020. Una mesa que colocábamos debajo de un árbol
era el altar improvisado. Cada vez que
celebraba me daba cuenta que en su gran mayoría no comulgaban. Con ese amor de preparar un banquete
celestial anticipado y sentía que la sangre de Cristo no era valorada, como
cuando invitas los comensales y estos dejan todo servido. Se entregaba una vez más y había la excusa
para no recibirle. Tal vez solo cuando
se es Sacerdote tu sientes el dolor del desprecio de no recibir a Jesús en las
especies de Pan y Vino. A pesar que se
les invitaba a recibirle, aún se resistían a comulgar con El. No saben cuánto dolor puede sentir mi corazón
por despreciar al amado. Recordemos que
la Eucaristía es un Sacramento indispensable para la Salvación. Es como si el náufrago dejara pasar el barco
sin hacer señales y conformarse con una muerte en altamar.
Me reconforta este comentario de Santo Tomás de Aquino en la Exposición
del símbolo de los Apóstoles. Capitulo 4:
Como dice
San Agustín, la Pasión de Cristo es suficiente para modelar por completo nuestra vida. Quien quiera vivir
a la perfección, no tiene que hacer más que despreciar lo que Cristo despreció
en la Cruz, y desear lo que El deseó.
En algún momento
tuvo Jesús que levantar su mirada al Cielo en la Cruz para entregar su espíritu
al Padre, porque eso deseaba. Encontrarse con su Padre en el Cielo y preparar
nuestra morada eterna. Un Jesús que jamás
despreció las decisiones que tomo el Padre Celestial y tampoco las cuestiono,
jamás despreció a quienes le causaron tanto daño y la muerte. De ese despreció hizo la más bella
manifestación muriendo en la Cruz redimiéndonos y antes de irse acude al Padre
en oración para decirle:“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” Lc
23,24
Y si nos
preguntamos ¿Que despreció Jesús en la Cruz?.
Todo aquello que va en contra el Plan de Salvación, todo despropósito de
no cumplir la Voluntad del Padre. Toda
forma de pecado que nos consume y lleva a la muerte (dormir sin esperanza, sin
haber creído). Antes de ser llevado al calvario sintió Jesús el desprecio de la
raza humana como dagas clavadas en su pecho, más dolorosas que la corona de
espinas. Fue el desprecio, la traición y
las humillaciones sumado a ello la muerte en Cruz que lograron abrir en el
corazón un manantial desbordado de amor hacia la humanidad.
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